Mostrando entradas con la etiqueta Radioreseñas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Radioreseñas. Mostrar todas las entradas

miércoles, 6 de agosto de 2025

“Podría ser peor”: noches de verano con humor

La radio en verano suele servir de laboratorio para próximos programas, aunque no es el caso que nos ocupa. Se trata de una propuesta a modo de versión veraniega del programa que se emitió durante la temporada regular, sin visos de continuidad.

Ellos mismos nos lo recuerdan en algún momento de manera directa, o con guiños que apuntan sin nombrarla a Isabel Gemio, y su vuelta a la radio en septiembre.

Hablamos de la versión estival del programa “Podría ser peor”, del 21 de julio, presentado por David Asensio Fernández. Un título que ya avisa: esto no es un programa serio, ni lo pretende. Es un late show que mezcla humor, actualidad ligera, improvisación y participación de los oyentes. Todo ello envuelto en un tono de “vamos a pasar un buen rato, que ya bastante tenemos”.

Un estilo natural, a veces incluso demasiado

David Asensio abre con un “Hola, ¿qué tal? ¿Cómo estáis?” y arranca directamente hablando del verano como concepto, en todas sus versiones: el astronómico, el meteorológico y el “radiofónico”. Es esa mezcla entre lo personal y lo cotidiano la que da vida al programa.

“¿Qué marca el inicio del verano? Pues yo, resulta que hoy, 21 de julio, he hecho el decimocuarto gazpacho del verano…”

Su forma de hablar es directa, algo desordenada a veces, pero cercana. No hay miedo a los tropiezos ni a la broma que no cuaja. Lo mismo se nota con los colaboradores, como Alejo Paredes, Carolina del Pino, Manu Martín o la productora Carol Piqué, que entran y salen de la conversación con naturalidad, sin esa rigidez de otros espacios donde cada intervención parece ensayada.

A ratos el ritmo se acelera tanto que parece que se pisan, pero ahí está parte del encanto: es un programa coral, casi como si se metiera un micro en medio de un grupo de amigos que tienen acceso a un estudio de radio. Sin embargo, en la segunda hora el espacio adquiere una estructura más clásica, como las entrevistas, en este caso a Carlos Hipólito, o sesiones clásicas de un magazine, como la musical en la edición de los lunes.

Estructura que se disuelve en la charla

“Podría ser peor tiene secciones reconocibles, pero no están claramente separadas. Se pasa de una llamada de oyente a una reflexión sobre producción. A algunos esto puede parecerles poco claro, no obstante para el oyente habitual todo se vuelve parte del código del programa.

Una de las secciones más divertidas es la participación telefónica “¿Dónde veraneas?”, donde los oyentes llaman para dar pistas sobre su lugar de vacaciones. Funciona bien porque mezcla juego y participación real, con premios incluidos.

“Cada semana, vosotros, los oyentes, seréis los protagonistas”. ¿Cómo? Descolgando el teléfono para jugar a ‘¿Dónde veraneas?’

También destacan momentos donde lo cotidiano toma protagonismo. Como la sección en la que Carol, la productora, se sincera sobre su trabajo. Una especie de monólogo confesional sobre lo que implica producir un programa en directo: agobios, llamadas, conflictos, agendas caóticas y discusiones inevitables. Todo contado con humor y algo de terapia compartida.

“Ser productora es un trabajo muy sacrificado.” Es el trabajo en las sombras... Tu agenda será tu tercer brazo.”

Este tipo de contenidos no son habituales en la radio: no son secciones como tales, pero aportan autenticidad al programa.

Temas que se prestan al humor, pero con una vuelta

Aunque el espacio se define como de entretenimiento, hay ciertos asuntos donde aflora algo más. Por ejemplo, una sección sobre apps de ligue, que en principio parece hecha para sacar chistes fáciles, acaba tocando (sin ponerse intensos) aspectos emocionales reconocibles para muchos oyentes.

“Me han hecho ghosting. Empiezas a hablar con alguien y de repente… ¡plaf! desaparece, y tú, a terapia.”

Aquí el tono se mantiene ligero, pero no superficial. Se habla de tácticas de manipulación emocional como el “breadcrumbing”, o tendencias como el “zombieing” y demás modas, con un lenguaje que mezcla ironía y cierta experiencia personal. Se ríen, pero no de la gente, sino de las situaciones. Lo cual se agradece.

Producción sencilla, pero efectiva

No hay grandes alardes sonoros ni efectos rimbombantes. La ambientación sonora es simple, no obstante bien integrada: músicas breves, efectos puntuales y cortes de voz que acompañan sin saturar. El sonido es limpio como marca de la casa, aunque en este episodio han tenido que cambiar de estudio por reformas, algo sobre lo que también bromean.

“Estamos en un estudio diferente… porque están haciendo reformas. Pero no había nadie trabajando. ¡Claro, que no son horas!”

El estilo recuerda por momentos al de los podcasts independientes, informales y ligeramente caóticos, no obstante coherente dentro de su propio tono.

¿A quién va dirigido?

El oyente ideal no tiene que ser necesariamente joven, aunque debe estar dispuesto a entrar en un código moderno, con referencias culturales recientes (apps, redes, televisión popular) y con una dosis alta de humor. No es un programa informativo ni divulgativo. Tampoco lo finge, y eso está bien. Pero a cambio ofrece compañía amable, voz reconocible y humor cotidiano.

Lo bueno, lo mejorable y lo que se queda

Como punto fuerte, destacaría que no pretende ser más de lo que es, y eso, en la radio pública, no es poco. No busca “quedar bien”. Simplemente, funciona como un espacio en el que el humor, la participación y la improvisación se combinan sin presión.

Como aspecto mejorable, quizá el de establecer un poco más de orden interno, sobre todo para oyentes nuevos que pueden no saber cuándo empieza o acaba una sección. También hay algunos momentos de ruido de grupo en los que cuesta saber quién habla.

Ahora bien, si uno entra en el juego y deja que las voces te acompañen, como quien se queda en una sobremesa larga con amigos que se pisan, pero se entienden, el programa cumple con creces.

“Podría ser peor. Hay gente que ha durado menos, como el local ese que abrió dos días.”

¿Lo recomendaría?

Sí, especialmente para quienes escuchan la radio de madrugada y buscan algo distinto a las fórmulas habituales. Si uno acepta la informalidad como parte de la propuesta, y disfruta con los programas donde los silencios no están medidos al milímetro y donde el humor puede brotar de una anécdota sobre gazpacho o una llamada desde Calatayud, entonces este programa merece una escucha.

No cambiará el rumbo de la radio española, pero desde luego, como ellos mismos dicen, podría ser mucho peor.

Javier el Busto (jelbusto@radioyentes.com)

Síguelo en Ivoox y en RTVE play.

Imágenes generadas con tecnología DALL·E 3 por el generador de imágenes de Bing

domingo, 3 de agosto de 2025

Reseña de "El Primer Vuelo – Copenhague"

Ahora que el mítico e inolvidable programa Nómadas, de Álvaro Soto, ha dejado de emitirse después de tanto tiempo, necesitamos descubrir espacios que nos muestren lugares con más profundidad que una guía turística. Es decir, que nos cuenten cosas. En ese contexto, nos encontramos con El Primer Vuelo, un podcast de la Cadena SER que arranca su periplo este verano con un destino tan interesante como Copenhague.

La propuesta trata de ir, ciudad por ciudad, mezclando entrevistas, cultura, curiosidades, música, gastronomía, arquitectura y vida local. Algo que, al menos en este primer episodio dedicado a la capital danesa, lo logra.

Un vuelo con voces que acompañan

Lo primero que destaca es el tono. Las voces principales son las de Pedro Blanco, Mariola Sarrió y Jorge Sánchez, gente con oficio. No estamos ante el típico podcast acelerado ni cargado de guiones rígidos. Todo fluye como una conversación con gente que o ha estado allí o que se ha documentado y quiere contarnos algo sobre esa ciudad.

Pedro lleva el hilo con su estilo habitual. Mariola, por su parte, nos transmite cercanía. Y Jorge se encarga de la parte musical, aportando a lo largo de todo el espacio datos y anécdotas que suman sin ponerse en plan enciclopedia.

Una muestra del tono natural del episodio la vemos desde los primeros minutos:

“Tú, Mariola, ¿has estado alguna vez en Copenhague?”
“Sí, sí que he estado, y creo que la inteligencia artificial acierta bastante al describirla como una ciudad fácil de recorrer a pie, con canales tranquilos y ese toque sofisticado sin parecer pretenciosa.”

Pequeños intercambios que hacen que el oyente se sienta parte del viaje, no solo un receptor de datos.

Una estructura clara pero sin rigidez

Otro aspecto destacable es la forma en que está construido el episodio. No hay bloques marcados con títulos, pero el oyente va pasando por diferentes ambientes sin apenas notarlo: primero, una guía general de cómo llegar, cuándo ir y cuánto cuesta un café (“spoiler”: barato, no es). Luego, entrevistas personales que nos sitúan. Mucha información sobre música durante todo el espacio, secciones sobre cine, arquitectura y otras.

Todo suena útil, pero no forzado. No es una lista de “10 cosas que hacer”, sino una conversación estructurada, y eso se agradece.

Entrevistas que suman

Marta Pastur, una española que vive en Copenhague, nos aporta en una de las entrevistas algo que no siempre se encuentra en este tipo de formatos: la voz de alguien que realmente habita la ciudad.

“Estoy en una iglesia que ahora es un centro cultural. Está lleno de colores, de gente jugando al ping-pong en la nave central, de actividades.”

Esas imágenes ayudan a “ver” la ciudad sin estar allí. Además, Marta no idealiza nada. Dice que el invierno es oscuro, que se come temprano y que hay diferencias de horarios que aún le cuestan, pero también habla de la tranquilidad y de lo fácil que resulta imaginarse viviendo allí.

También hay otros testimonios valiosos, como el del cocinero Rubén Mosquero, que trabajó en Noma (uno de los mejores restaurantes del mundo) y cuenta cómo acabó allí después de dejar magisterio.

“No hablaba bien inglés, pero mandé una carta. Me fui para tres meses y acabé quedándome cinco años.”

Su visión de la ciudad combina lo gastronómico con lo vital. Habla de la falta de luz en invierno, del ritmo de trabajo en alta cocina y del equilibrio que ofrece Copenhague entre tradición, innovación y sostenibilidad. De hecho, recomienda sitios para comer bien sin gastar una fortuna.

Cine, libros, arte y arquitectura: la ciudad desde otras ventanas

El espacio también se adentra en temas más culturales. Si os interesa saber qué películas se han rodado en Copenhague, qué novelas se ambientan allí o qué poetas han escrito sobre sus calles, esa parte os va a encantar.

José Manuel Romero, por ejemplo, hace un recorrido muy completo por películas danesas como “Otra ronda”, “Jinetes de la justicia” o “La chica danesa”

También hay un bloque sobre literatura, con Diego Moreno, editor de Nórdica Libros, que va mencionando novelas y autores que nos sitúan en distintos momentos históricos de la ciudad. Habla de La caída del rey, La visita del médico de cámara y de la trilogía autobiográfica de Tove Ditlevsen, entre otros.

Y si os gusta la pintura, podéis escuchar a Patricia, de “Cuéntame un cuadro”, que detalla una obra expuesta en la Galería Nacional de Dinamarca:

“Hablamos de La raya verde, de Matisse. Un retrato que no busca parecerse a una mujer, sino crear un impacto. Como él mismo dijo: ‘Yo no quería pintar una mujer, quería pintar un cuadro’.”

Son, en definitiva, detalles que ayudan a ver la ciudad no solo como destino turístico, sino como lugar donde se ha creado y contado mucho.

El oído también viaja

En paralelo a todo esto, Jorge Sánchez como decíamos, va intercalando segmentos musicales que conectan con Dinamarca.

Además, se habla de cómo suena el idioma, de la escena musical local, y hasta de la dificultad de pronunciar ciertos nombres. Es un punto divertido y relajado, pero que aporta.

Valoración

En resumen, este episodio me parece una forma muy completa de acercarse a una ciudad. No pretende ser una guía para mochileros ni una clase de historia, pero sí una mezcla cuidada de voces, datos y sensaciones. Tiene un tono amable, está bien producido, y deja con ganas de más.

¿Lo recomiendo?

Sí, sobre todo si te gusta viajar con la cabeza, aunque sea desde casa. Lo escuché en dos partes, mientras cocinaba y luego con auriculares, y ambas veces me atrapó. Una buena primera parada para esta serie de “primeros vuelos”. Ahora toca esperar el siguiente destino.

Javier el Busto (jelbusto@radioyentes.com)

Síguelo en Ivoox y en SER podcast

Imágenes generadas con tecnología DALL·E 3 por el generador de imágenes de Bing


miércoles, 30 de julio de 2025

“Me pasa una cosa”: Cuando las manías nos hacen humanos

Llegué a este programa sin saber muy bien lo que me iba a encontrar. Vi el título “Me pasa una cosa” y pensé que sería una especie de diario personal, quizás con gracia, quizás con drama, no sé. En esta primera entrega de la serie, titulada “A Miguel Maldonado no le gusta viajar”, Manuel Burque comienza hablando de un tema un tanto escatológico, relacionado con el hecho de ir al baño en las habitaciones de los hoteles, y el supuesto terror de tener que compartirlo con tu pareja,

Estamos ante un espacio para el verano de la Cadena SER, aunque su presentador se pregunta al principio si el programa, seguirá en septiembre. La propuesta se enmarca en una especie de “grupo de ayuda”, aunque con una diferencia importante: nadie tiene intención de mejorar. Cada entrega cuenta con un invitado famoso que confiesa una obsesión o manía que le atormenta, aunque conociendo a Maldonado, no acabamos de creer que se trate de un problema real.


Un presentador que se ríe de sí mismo

Burque lleva el contenido con bastante desparpajo. No intenta sonar profesional, ni tampoco hacerse el gracioso todo el rato. Es más bien como ese amigo que empieza a hablar en una sobremesa y de repente todo el mundo lo está escuchando. Se mueve bien en el terreno de la supuesta improvisación, se ríe cuando le entra la risa, e incluso se interrumpe a sí mismo a veces. Pero eso le da vida.

Además, comparte sin vergüenza sus propias “aparentes” rarezas, como el hecho de que no puede ir al baño en el hotel si su pareja está cerca. Y lo dice tal cual:

“¿Quién fue el primero que pensó que podía ser romántico ver cagar a tu pareja?”

Una estructura que no lo parece (pero funciona)

Aunque parece todo muy improvisado, el capítulo está bastante bien armado. Empieza con ese monólogo personal de Burque, con una sintonía de fondo que resulta algo molesta y no aporta demasiado. Luego entran los invitados, en este caso, Miguel Maldonado y otro “Miguel” que hace viajes extremos. Y finalmente aparece Vanessa, la psicóloga que cierra el episodio con un análisis más serio, pero sin ponerse pesada.

Todo gira en torno a una dinámica: cada invitado entra diciendo “Hola, me llamo X y me pasa una cosa”, como si fuera una reunión de terapia. Y a partir de ahí, comienzan las confesiones.

En esta primera entrega, Maldonado “sufre” una neura impopular, y es que odia viajar. Es de los que "ni a Alicante va si puede evitarlo", ya se sabe cosas de las rivalidades entre regiones vecinas. Lo cierto es que lo argumenta con su acostumbrado sentido crítico y humor. Para contrastar, el otro Miguel representa lo contrario: ha estado en más de 70 países y lo cuenta despertando interés. Aunque no estaría de más que nos dijeran cuál es su apellido, al menos, como muestra de cortesía hacia la audiencia y para poder ubicarlo mejor en algunos pasajes.

Según la sinopsis oficial, se trata de ver si ese viajero empedernido consigue convencer a Maldonado de levantarse del sofá en agosto.

Producción mínima, pero efectiva

En el mismo encontramos gente hablando, una elección discutible de la música de introducción que acompaña al monólogo. Y otra de cierre simpática (una versión de La vuelta al mundo en 80 días), que no sabes si es una parodia o un homenaje. Y con eso les basta.

No se necesita más, porque el alma del podcast está en lo que se dice y cómo se dice.

¿A quién va dirigido?

Yo diría que a la gente que disfruta escuchando a otros pensar en voz alta. Sobre todo, si tienes tus propias rarezas, te identificas con las que cuentan, y te has sentido juzgado alguna vez por no querer hacer lo que se supone que hay que hacer. Eso sí, no esperes soluciones, ni consejos vitales. Solo vas a escuchar a gente contando sus cosas, sin miedo al ridículo. Algo que puede reconfortar a más de uno.

No es un podcast para aprender, ni para estar al día. Es más bien para acompañarte mientras haces otras cosas. Como un colega que te cuenta una historia mientras tú cocinas, o vas en coche, o te duchas.

¿Recomendable?

Sí, pero con matices. Si eres de los que necesita orden, temas claros, análisis profundos, y creer al invitado famoso, puede que te desesperes un poco. Pero si te gustan las charlas con cierto tono irónico, sin filtro, con manías supuestamente reales y sin moralina final, te puede agradar. 

Para acabar, hay que reconocer que la aparición de la psicóloga Vanessa tiene su punto. Lo hace con respeto, como al afirmar que “No todo es patología, ya que a veces son simplemente preferencias”. Y eso, en un mundo donde parece que todo tiene que tener diagnóstico, se agradece.

Javier el Busto (jelbusto@radioyentes.com)

Síguelo en La SER e Ivoox

Imágenes generadas con tecnología DALL·E 3 por el generador de imágenes de Bing

domingo, 27 de julio de 2025

“Dos por cuatro": canciones y memoria en voz alta

Algunos espacios, más que escucharse, se viven: como una sobremesa entre gente que tiene buenas historias que contar. Uno de ellos es Dos por cuatro, una propuesta veraniega de la Cadena SER con Máximo Pradera y Rafa Panadero. El programa parte de una idea sencilla: dos personas con algún tipo de vínculo eligen las canciones que se llevarían a una isla desierta y, a partir de ahí, se abre la conversación.

En el episodio elegido para esta reseña, los invitados son Miguel Ríos y Manuel Vicent.

Un arranque poco convencional

El programa empieza con una broma: una especie de teatrillo sobre si se ha manipulado o no la voz de Julio López para presentar a uno de los conductores. Es una manera un tanto desconcertante de empezar, con cierto tono meta y bastante ironía. Quizá no todos los oyentes conecten a la primera, sobre todo si no conocen el estilo de Pradera, pero una vez pasada esa entrada algo caótica, el programa encuentra su tono.

Voces que se entienden

Los conductores se reparten bien los papeles. Pradera es más sarcástico, más de lanzar chascarrillos, mientras que Panadero pone un poco de pausa y encauza la charla. Ninguno busca lucirse, y eso ayuda. La forma en que se dirigen a los invitados es cercana, incluso cómplice. No hay esa distancia que a veces se nota en otras entrevistas, aunque también funcionaría con un solo presentador.

Ríos y Vicent, por su parte, no necesitan que los presenten en profundidad. Son voces con historia y con mucho rodaje, y lo demuestran sin esforzarse demasiado. Tienen química, se nota que han compartido mesa más de una vez, y esa familiaridad se traslada al oyente. Hablan de música, sí, pero sobre todo de momentos de vida.

Concha Piquer salía por todas las ventanas del pueblo”, dice Vicent, mientras Ríos recuerda su primer porro en Madrid con una mezcla de nostalgia y risa contenida.

Desorden con encanto

El formato dice que va sobre canciones que uno se llevaría a una isla, pero eso es solo una excusa. No hay guion cerrado, y eso le da aire al programa, tampoco secciones marcadas, ni un reloj que presione. Se va hablando según lo que va saliendo. Hay veces que se alargan un poco —como con la anécdota del aterrizaje accidentado en Madrid o el clarinete de Mozart bajo el agua—, pero no molesta. Al contrario, da gusto que alguien se detenga a contar algo sin prisa en la radio, aunque la música ocupa gran parte del minutaje y se echa en falta a veces que los invitados no se puedan extender. Se agradecería una mayor duración.

Eso sí, si alguien busca un espacio con estructura clara, puede que aquí se pierda un poco. El orden no es la prioridad, tampoco lo es la información. Esto va más de compartir que de explicar. Aquí no se viene a aprender nada en concreto, sino a escuchar y disfrutar de lo que sale.

La música como mapa

Las canciones elegidas van desde Concha Piquer hasta The Beatles, pasando por Duke Ellington, Frank Sinatra y una pieza de Mozart. Ríos se emociona con Tomorrow Never Knows y lo cuenta como quien está abriendo una caja que no quiere que se acabe. Vicent recuerda cómo oír el clarinete de Mozart dentro del agua fue una de las experiencias más hermosas de su vida. Puede sonar exagerado, pero él lo cuenta sin impostura, y eso hace que funcione.

Cada tema sirve para abrir una historia. Y aunque no escuchamos las canciones completas, se entiende que están ahí para eso, para tirar del hilo.

Lo sonoro, sin pretensiones

En cuanto al sonido, el programa está bien grabado. Todo se oye con claridad, las canciones entran y salen sin molestar, y los efectos se limitan a lo justo. No hay florituras sonoras ni efectos raros. Lo cual es un acierto, todo ello aderezado con un tono íntimo y no grandilocuente.

¿A quién va dirigido?

Dos por cuatro no nos da la impresión de que sea un programa pensado para oyentes que busquen tendencias o actualidad. Estamos ante una propuesta para quienes disfrutan de las historias personales, del anecdotario y de la música como hilo de recuerdos. Tiene algo de nostalgia, muchas carcajadas, alguna puya política, y miradas hacia atrás.

¿Recomendable?

Sí, porque es un programa que te acompaña de una forma muy agradable que logra algo poco común: hacer sentir al oyente que está ahí, sentado con ellos, oyendo a dos tipos contar su vida a través de canciones.

Y eso, hoy por hoy, no es poco.

Javier el Busto (jelbusto@radioyentes.com)

Síguelo en Ivoox

Imágenes generadas con tecnología DALL·E 3 por el generador de imágenes de Bing