Hay noches en la radio que arrancan como tantas otras: presentación del locutor, saludos a los oyentes, un concurso preparado y hasta una sintonía que invita a relajarse. Pero en el programa de Juan Carlos Ortega que escuchábamos hace algunas ediciones, todo eso queda atrás en cuanto se escucha una frase:
👉 “Acaba de fallecer Alfredo Calabria a los 87 años en Suiza”.
A partir de ahí, lo que iba a ser un programa de teórico entretenimiento, se convierte en un homenaje improvisado —y completamente inventado— a un cantante que tampoco existió.
🎧 Una ficción que suena demasiado real
Ortega, vuelve a ponerse en este capítulo en la piel de uno de sus personajes: esta vez, el locutor Ricardo San Juan, un tipo amable, melodramático, increíblemente parecido a Luis del Olmo, y con voz de madrugada. Todo lo que pasa en el programa parece sacado de una de esas noches donde los oyentes llaman para compartir emociones… solo que aquí, las emociones son tan exageradas que uno no sabe si reír o aplaudir.
Las llamadas no se hacen esperar: una historia de amor que empezó con una canción, un señor que culpa al cantante de su matrimonio fallido, una señora con 820 perros llamados Alfredo 🐶… Cada llamada, como siempre sucede en los programas de Juan Carlos, es más inesperada que la anterior, pero todas tienen un punto en común: un "cariño absoluto" por la música de Alfredo Calabria. Y aunque nadie lo dice, todos sabemos que es parte del juego de ficción característico de La noches de Ortega.
🎼 Canciones que no existen, pero podrían
Las canciones que se escuchan durante el programa son parte fundamental del homenaje. Temas como “Mirarte me da felicidad”, “La mujer que me abrió los ojos” o “El tren” suenan como si las hubiésemos escuchado en la radio hace años. Están compuestas para este episodio, pero encajan perfectamente en ese estilo melódico y sentimental de los cantantes románticos de otra época.
🎶 Incluso hay un oyente que dice que esa canción fue la banda sonora de su historia de amor. Luego cuenta que la historia no fue tan feliz; sin embargo, eso ya es otra cosa.
📻 Una parodia que también es un homenaje
Todo esto es ficción, claro, nadie ha muerto, nadie ha amado de verdad a Alfredo Calabria. Pero eso no impide que este episodio funcione como una carta de amor a la radio. Ortega no se ríe de la radio, juega con ella. Y por eso, mientras escuchamos, nos creemos lo que pasa, aunque sepamos que no es real.
Hay humor, hay ternura, hay un guion y una producción -con software multipistas, que imaginamos, aunque nos gustaría ver en acción- que parece improvisado, pero está medido al milímetro. Y sobre todo, hay una idea clara: la radio sigue siendo un lugar donde pueden pasar cosas inesperadas. Cosas que solo funcionan porque, como oyentes, seguimos queriendo creer lo que suena al otro lado.
👥 ¿Para quién es este programa?
Este episodio gustará especialmente a quienes, escuchan radio de noche y reconocen el tono emocional de esos programas. También a quienes disfrutan del humor tranquilo y con doble lectura. Por no hablar de quienes conocen a Ortega y saben que todo lo que hace tiene una segunda capa, dejándose llevar por una historia, aunque sepan que es inventada.
No hace falta saber mucho sobre la radio ni ser fan de la ficción sonora. Basta con tener ganas de pasar un buen rato con algo diferente, hecho con cariño y mucha cabeza.
✅ Vale la pena escucharlo
Totalmente. Este episodio de “Las noches de Ortega” es de esos que te sacan una sonrisa mientras te recuerdan por qué la radio sigue teniendo algo especial. Juega con los sentimientos, con la nostalgia, con la exageración… y con la complicidad del oyente. Porque aquí lo importante no es que Alfredo Calabria existiera, sino que, por un momento, parece que sí. Y eso solo lo consigue alguien que conoce muy bien cómo funciona este medio.
🎙️ Un episodio que, sin decirlo, habla de lo que somos cuando escuchamos la radio.
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